viernes, 2 de octubre de 2009

Nada y un latido

Es extraño caer en cuenta que tres años de lágrimas fueron drenados en tres meses. Es un insulto, una ofensa a la inversión de tragedias de este corazón; estas cuatro partes fracturadas que latieron y se separaron un poco más al verte. Pero fue eso nada más. Un sólo latido. Aislado. Desnudo. Un derrumbe en un segundo. Crack. Pum. Splash.

Y ya.

Es obsceno que no quede ni eco ni mancha ni lastre. Que ya seas una caja de souvenirs archivada y olvidada, cuando alguna vez, por tu culpa, hubo noches que sentí que no vería terminar. Que te mire y un mísero latido sea todo lo que quede de mi saco de desatinos por ti, cuando antes solía ser un terremoto mundial. Es insultante que ya no sienta NADA.

Nada.
Tú.
Tú y la nada.
Esas palabras no iban en la misma oración. Tú eras todo, eras el inicio y el desenlace en doscientas entregas. Tú eras la mitad de mi vida y yo era un cuarto de tu corazón. Y los dos, en ese lastre de sobras y miserias, éramos un desastre a plazos.

Y nada. Hoy eres nada; y lo digo, lo repito, lo grito en todos los idiomas posibles y hasta se me llena la boca al pronunciarlo. Nada. Tu nombre es una palabra extraña, tu cara es un manchón en la mente. No sé cómo suena tu voz y no me interesa lo que tiene que decir. ¿Qué no lo ves? Ya no espero nada. Ya no te espero. Ya no quiero nada. Ya no te quiero.

Qué bien se siente estar vacía.

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