domingo, 11 de octubre de 2009

...and you know that we're doomed, my dear

-Vámonos a dónde sea.

No fue una orden o una sugerencia. Tampoco fue un impulso desesperado de robarle sobras al tiempo, ni el último recurso que se nos ocurre en los momentos decisivos.

Fue una rendición. Fue la aceptación de la derrota con el último cañonazo. El tiro de gracia a una historia que ya estaba muerta. Patear la puerta cerrada, escupir al cielo y llorar sin que nadie nos vea.
Vámonos a dónde sea, dijiste. Suspiraste las opciones aferrado a mi cuello, como uno se aferra al suelo, a la gravedad, al aliento. Me lo suplicaste al oído y remataste con la mirada; pero tu voz tenía la resignación metida a fuerzas. Estabas pidiendo lo que ya sabías que era imposible.

Y por un momento lo consideré. Ya sé que no lo vas a creer… pero, te lo juro, por un remedo de segundo me vi. Te vi conmigo en otro lugar y en otro momento; y eran el tiempo y lugar correctos, en los que no había visas, ni días contados, ni excusas a los amigos ni papás esperando del otro lado de la puerta, del otro lado de la ciudad. Éramos tú y yo y era ahora o nunca.

Y te decía, sí, vámonos, pero ya. Traigo la tarjeta y hay una gasolinera a dos cuadras: tú llenas el tanque y yo vacío los ahorros de mi papá. La carretera a Colima está a diez minutos… vamos la playa. Vamos a enterrar los pies en la orilla, a tirarnos encima del plancton de la arena y dejar que la marea nos cubra hasta la nariz. Ni siquiera sé aún si te gusta la playa… ¿Prefieres otra cosa? Vamos a Tapalpa a comer un elote y subirnos al kiosco como cursis sin originalidad; a tomar café de olla y sentarnos en los portales a contarnos todas las trivialidades tan importantes y que aún no sabemos de nosotros. Vamos a Ajijic a pasear por el andador y a curiosear en los supermercados atascados de productos gringos que jamás hemos visto en nuestras cortas y aburridas vidas. Vamos a Tlaquepaque a burlarnos de los turistas que desperdician pila de sus cámaras en mariachis mal vestidos, y a obligarte a escuchar música vernácula depresiva. Vamos a Tlajomulco a perdernos entre tanto coto y fraccionamiento exclusivo, a Zapopan a contar cuántas patrullas de vialidad nos paran, vamos aunque sea a Avenida Juárez a rogar que todos los semáforos se sincronicen en rojo y falte más tiempo para llegar. Porque no es justo, quiero más, hace falta tiempo, me hace falta vida para saber quién eres y poderte explicar quién intento ser yo. Quiero cien días más contigo y quiero que nunca sea mañana.

Vámonos a donde sea, dijiste. Y yo no dije nada.

Parché de prudencia mi cobardía, te di una sonrisa mediocre y me bajé del coche.

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