lunes, 7 de septiembre de 2009

Hablando de nada

El insomnio. Duermevela. Esclavitud del escritor aferrado. Pesadilla del pobre diablo que realmente tiene cosas importantes que hacer en unas horas y no consigue conciliar el sueño mínimo de siete horas para poder rendir al día siguiente. Ojeras seguras. Reforzamiento de la adicción a los narcóticos y la cafeína. Ya no lo quiero, si alguna vez lo aprecié por remedo de melómana, hoy renuncio a todas esas aspiraciones frustradas.

¿Por qué al insomnio se le adjudican características románticas? ¿Qué tiene de poético? Lo poético es trágico. Y lo trágico puede ser patético. Sobre todo si tiene lugar a las dos de la mañana. No tiene ningún mérito el levantarse a estas horas a escribir líneas inútiles. Porque no es inspiración lo que me llama a madrear mi pobre teclado pegajoso… es que mi cerebro se niega a apagarse ni por unas míseras horas, y alguien o algo debe gritarle que se calle de una pinche vez. Está lleno, pero, ¿de qué? De nada interesante. Es una avalancha de incoherencias. Bueno, hay dos que tres viñetas que pueden ser salvadas, pero, ¿qué necesidad de meditar en cosas que no puedo resolver en estos momentos? Aún soy hija de papi. Vivo en un techo prestado y tengo que respetar reglas… reglas que incluyen no salir de mi casa a horas obscenas a querer resolver todas las tragedias que están allá afuera y que no me dejan dormir.

Sergio Pitol dijo que un novelista era alguien que oía voces a través de las voces, las cuales lo obligaban a uno a levantarse de la cama, buscar una hoja y escribir tres o cuatro líneas. Tres o cuatro pinches líneas que son suficientes para quitarte el sueño. ¿Será mucho pedir que las voces nos visiten a horas adecuadas? La inspiración y el insomnio son amigos incómodos. Llegan cuando uno no los invita y se van cuando más se necesitan. Son traicioneros; ambos deberían ser palabras femeninas –para ser mujer suelo ser muy misógina a veces.

El insomnio es imprudente de profesión. Es pariente del enamoramiento y el hambre. Son igualitos, todos ellos, Ahí están, los malditos, de afanados. Picándonos el hombro, psssst, hey,tú… sí, tú, la que se está picando los ojos y dando vueltas en la cama… voltea, aquí estoy y no te desharás de mí hasta que me prestes atención, hasta que te vacíe y te deje hueca, más de lo que solías estar.

Hoy el insomnio me ha robado tres horas de sueño y trescientas ochenta y siete palabras que, al final de cuentas, no dicen nada nuevo. Es eso. Ése es mi problema. No es que no tenga nada que contar… es que no sale de la manera que yo quiero. Puedo sacar trescientas ochenta y siete palabras más, y todas ellas seguirán sin sorprenderme. Mis voces ya no son originales. Se han cansado, necesitan más material y no he sabido dárselos.

Y aún así, no me dejan. Se quedaron con la costumbre de levantarme a estas horas para hablarme de nada. Se sienten solas, arrumbadas y, en venganza, siguen demandando de mi tiempo para dormir. Hasta que les regrese algo de qué hablar.

1 comentario:

  1. Entonces tu insomnio te empujó a crear tu blog y escribirnos que no podías dormir?

    Apesar de que no hables de nada, me tuviste leyendo todo así que tiene mérito.
    Saludos

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