viernes, 25 de septiembre de 2009

Boca Arriba

El mundo se ve de distinta forma cuando lo tienes boca arriba. El cielo se siente más abierto, los espacios más amplios… las miradas más severas y las voces más distantes. El suelo se vuelve menos atemorizante, la caída es cercana, el miedo se pierde… ya no puedes ir más abajo de lo que ya te encuentras. Tal vez la perspectiva de las cosas dependa más que nada de tu posición corporal; y boca arriba resulte ser algunas veces la más humilde de todas.

Es la que ahora te sigue el paso, de una manera más dramática, por ponerlo de algún modo. Pero tu panorama es el techo blanco y lámparas entre azulejo y azulejo; el suero pendiendo de un gancho lateral de la camilla; caras desconocidas detrás de un cubre bocas azul celeste; la mano de tu padre sobre tu frente y los ojos agobiados de tu madre; ah, y tu banda sonora es esa pregunta taladrando tus oídos: cómo diablos dejaste que esto llegara tan lejos.

Un doctor recita a tus padres toda la letanía de estudios que planean hacerte, y da instrucciones a los enfermeros. Tus padres se lamentan, interrumpen con preguntas, reclaman en ocasiones, y todavía se dan el lujo de ignorarse el uno al otro. Y tú, boca arriba, apenas cubierta por una bata, debajo de todo ese escenario, te sientes olvidada y hasta dada por muerta. Pero no te des tanto crédito, no estás muerta en lo más remoto. Sólo estás unos diez u once kilos por debajo de tu peso, con ojeras más grandes que una pelota de tenis, con cada vez menos cabello, y hasta la madre de vomitar cada bocado que osa asomarse a tu boca.

Te sientes perdida y más sola que nunca. Pero esos minutos en el pasillo te son sorpresivamente reconfortantes. Porque el mundo sigue su curso encima de esa camilla; se encarga de ti sin tu consentimiento porque, aparentemente, ya no tienes autoridad sobre tu siguiente paso. Te abandonas por completo. Te dejas guiar, cedes a decisiones en las que no has sido tomada en cuenta, y no preguntas más por qué. Esta vez no haces nada. Sólo miras hacia arriba y ves tu perspectiva derrumbándose sobre ti. Ahora sí lo lograste; nada de mediocridades. Estás completamente en el hoyo.

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