domingo, 13 de septiembre de 2009

De por qué la precaución no tiene final feliz

Soy la princesa de los cuentos enlatados. Los otros. Los rechazados por el editor en turno, que le pareció más mediático eso de los cliffhangers y finales felices parchados. Nadie busca los cuentos realistas; aburridos, los llaman. Como la cenicienta que nunca tiró el tacón porque fue excesivamente precavida y recordó anudar bien la tira; ergo, nunca hubo evidencia pa’ buscarla, el príncipe inútil –como la mayoría de los hombres reales– eventualmente lo dejó como una borrachera más y se buscó una de su clase, o que al menos le soltara un calcetín por error. O la Bella Durmiente que fue obediente e “inteligente”, por lo que nunca se acercó a tocar un uso; murió antes de que, a los 100 años después, legara el príncipe valiente y menor que ella por al menos 80 años, que supuestamente iba a despertarla de su sueño. O la Bella realista que dejó que la Bestia muriera sin confesarle que lo amaba, porque, vamos siendo honestos… tener una relación con un hombre que se parece más a tu mascota no lleva a nada bueno, sin mencionar que es antihigiénico –aunque cada quien sus fetiches. Y ni hablemos de Blanca Nieves… no le pareció propio de una señorita decente quedarse a dormir con siete hombres maduros, enanos y solteros (perfecta mezcla de da como resultado dosis indecentes de calentura insatisfecha), se siguió de largo, y se la tragó el bosque. La bruja siguió tranquila con sus planes malévolos de echarse al príncipe.

La precaución no es romántica. La columna vertebral de cualquier premisa cursi es la torpeza humana. No hay espacio en las grandes historias para nosotras, las prevenidas. Las buenas de corazón que no somos estúpidas, las que nos dejamos llevar por el sentido común y podemos cargar nuestros propios libros a la escuela. Las que no caemos en charcos y buscamos los caminos iluminados. Nunca nos tropezamos con nadie en la calle, mantenemos nuestros trabajos y buenas amistades; nuestra fuente de adrenalina consiste en nimiedades, retos minúsculos que no representan una buena sotryline para la siguiente gran historia de amor desenfrenada, pasional y generadora de millones de dólares en el precio actual por la devaluación.

Soy la princesa de los cuentos feministoides que quedaron en el bote de basura. La que no le hizo caso a su madre de que se fuera bien vestida hasta para ir al Oxxo, y el amor de su vida no se fijó en ella cuando estaba en el pasillo de los enlatados. La que no pidió ayuda para alcanzar la caja de cereal del estante arriba, o se negó a darse el tiempo de conocer al tipo incompetente que la sacaba de quicio, por lo que, de acuerdo a uno de los cánones de la madre del chick-lit (Doña Austen), nunca pudo descubrir que detrás de su façade de pendejo arrogante, se escondía el pendejo sensible por el que todas nos peleamos. Soy la princesa de la salida fácil y práctica, no hay espacio para mí en el top ten de los finales felices. No tendré una persecución intensa por la lluvia que prosiga con una declaración enlistada de mis sentimientos y tenga como desenlace un beso hollywoodense, porque odio correr y siempre traigo paraguas… y qué estupidez eso de tropezarse con las palabras tardías. Las cosas se hacen en su momento porque la improvisación es de desordenados... ¿Dar un beso en público? ¿Qué, qué?

Soy la princesa que nunca pudo estrenar su vestido, ni su balcón ni su ensayadísima cara de sorpresa. La princesa que se enfundó en su piyama realista, sin lacitos rosas o encaje picoso, con sus libros y su café. La que se quedó leyendo sobre los tropiezos afortunados de otros, y se pregunta, escéptica y pragmática como bien le enseñó su papá, por qué esos hijos de la fregada tienen tanta suerte si son tan tontos e imprácticos.

4 comentarios:

  1. Preguntome yo... princesa prevenida...vale por dos¡?

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  2. No me había puesto a pensar en que en esos cuentos de hadas las princesas eran de lo más torpes y confiadas en su vida diaria...y les fue bien

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  3. Lovely, lovely, lovely. Debe haber por ahí algún príncipe precavido al que eso de andar matando dragones y destazar ogros no le cause alegría. Lo mejor de todo será que su madre arreglará el encuentro y apresurará la boda, las murmuraciones no son bien vistas en la corte, menos cuando se pone en tela de juicio la sexualidad del heredero.

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  4. me duelen tanto tus textos... me temo que leímos los mismos cuentos rosas de niñas

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