miércoles, 4 de noviembre de 2009

Otoño en Región 4

Para el ocio trasnochado de Lecha
Ah, mi precioso país tercermundista. No me falla. Nada como comenzar la mañana con siete grados centígrados, un desayuno anoréxico de campeones, café frío y las nuevas pendejadas mediáticas. Ferriz de Con masacrando verbalmente al Subsecretario con trampas lingüísticas en el radio; la “clausura simbólica” de las obras del Panamericano (éjele, nos la van a quitar); que El Negro andaba en Lamborghini; una foto en el portal electrónico de Mural que parte el corazón de cualquier ambientalista, de un tipo plantando un arbolito en el camellón de San Ignacio, justo al lado del cadáver de un árbol de más de 30 años que fue tirado y masacrado en pedacitos por las obras del magnánimo puente atirantado de nuestro gobernador incompetente y sus ingenieros/albañiles en traje sastre, llenos de permisos de obra y cortos de planeación urbana.

Y volteo al calendario. Cierto, es noviembre ya. El día de Muertos me pasó de noche (mi casa veta el pan de muerto y mi tía es alérgica al cempasúchil y cualquier otro indicio de esta ‘tradición necrofílica’, à son avis), apenas noto cómo la ciudad se mueve con menos velocidad últimamente. Abro los ojos entre tanta ojera y sucede: son las dos de la tarde y voy con mi pedacero de coche transitando por López Mateos… y no se escucha ningún claxon. Un miércoles pacífico. Un día sin novedades. Ya hacía falta.

Tapatilandia tiene resfriado. La influenza y el dengue están vaciando las aulas de la universidad. Tengo dos sobrevivientes en cada lado de mi escritorio y unos cuantos alegóricos estornudando un impromptu en re menor. En otoño no son hojitas amarillentas sino Kleenex moqueados los que tapizan el suelo. Ah, se respira gripa en el aire. Y estrés, la invención más revolucionaria del postmodernismo capitalista, explotada hasta sus últimas consecuencias en el ITESO. Es contraproducente. Saca la mala persona que uno lleva dentro; cuatro bolas de estrés, déficit de sueño y una lista de gente que uno planea asesinar de la manera más sádica que la imaginación se lo permita. Cuidado, tengo un diccionario enciclopédico Larousse y no dudaré en usarlo.

Lo más emocionante de noviembre son los frentes fríos y el ‘Aniv de la Rev’ que nadie recuerda si no es porque se vuelve fin de semana largo. Este mes es sólo una coma. Un guión y pausa entre el destape de los complejos freudianos y conductistas, de niñas del Country vestidas de putas y enclosetados con faldas y lipstick en fiestas anunciadas hasta el vómito vía Facebook… y la masacre con foquitos de las Navidades: buñuelos, botargas afelpadas y Grinch’s que nos embriagamos de sidra y vino rosado para no llorar a media cena del 24.

Me uno a la tracición gringa y doy gracias en noviembre. Por noviembre. Por este mute en un semestre tan caótico. Puedo soportar la presión de los finales. Venga, venga más carga de trabajo. Prefiero los ensayos kilométricos a la cara desencajada de mi madre frente al árbol navideño y una pendeja más vestida de conejita sangrienta.

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