sábado, 9 de octubre de 2010

Ad Nauseam II

Hay una línea frágil y escurridiza en el agua. En la tormenta interna y el millar de neuronas que luchan, abrazadas al peñasco de la cordura, por mantenerse a flote.

Es tan fácil dejarse ir.

Hay goteras en la esquina derecha del cerebro. Splash. Splash. Drip. Drip. Alguien toca la puerta. Pum. Pum. Ding. Dong. Déjame entrar. Anda. Déjame llevarte conmigo.

Hay un diluvio universal en la orilla del escritorio. El agua me llega a la nariz, pero no me muevo de la silla. La tormenta se vuelve nada si me hundo. Enmudece allá abajo, donde el vacío amortigua los golpes y la luz no deja trazos azules del agua. Donde no veo nada y no oigo nada y soy yo sin nada ni nadie. Donde no soy nadie.

Es tan fácil dejarse hundir.

Fluoxetina y Olanzapina se juegan un chin guas pul por mi cabeza. Quien pierda se quedará con las hojas membretadas, para hacer barquitos que naufraguen en el remolino del excusado. Quien gane descompondrá la báscula, tapará todos los espejos y conseguirá un buen corrector para las ojeras. Me subirá a un par de tacones. Me pintará una sonrisa chueca y me obligará a caminar erguida. Me soplará al oído las frases básicas para mantener una conversación, me hará reír estrepitosamente y me dejará hundirme en las cobijas todas las noches, exhausta, hambrienta, sedada, jodida, para levantarme la mañana siguiente y subirme a otro par de tacones, volver a caminar erguida, volver a sostener conversaciones, volver a reír con descaro, volver al hueco de las sábanas, y volver a salir a la calle, a hacerlo todo, todo, todo una y otra vez, y otra y otra y otra más.

Es tan fácil dejar de fingir.

1 comentario:

  1. me encantó tu texto.
    mandar todo a la chingada y dejar de fingir.
    se dice fácil...

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