viernes, 13 de agosto de 2010

Plan B

Para Jaime, que tenía razón.


“Ok girls, open your journals… yes, yes, we’re going to write a lot today, so don’t even bother to complain. Miss González, I heard that; if you keep up with that language, I’m going to have to send you to the coordinator’s office…”

Miss Susan mastica su ingles británico en un salón de pubertas de colegio privado. Camina entre los pasillos, empuja con el pie las mochilas de carrito que varias de las susodichas, les pica en la espalda con la pluma para que se enderecen, y con sus ojos azul rey revisa meticulosamente que todas ellas tengan su cuaderno forrado de rojo sobre sus escritorios.

En la esquina del salón está la única que incluso lo tiene abierto y con la fecha escrita. Ella tiene once años y usa un paladar con dientes falsos pegados; tiene lentes redondos y un poco grandes para su cara, y todas las mañanas sufre para cerrarse el cierre del jumper. En el fondo, le gusta estudiar, pero jamás lo admitiría en voz alta. Ya tiene la edad suficiente para saber lo que significa suicidio social, gracias a su única amiga, una mocosa lista, más viva que ella, y con mucho más carácter.

La clase de Grammar es su parte favorita del día, pero no por las reglas gramaticales y la lista interminable de combinaciones con preposiciones (y le encantan, aunque tampoco lo admitiría)… sino por la parte final y más cursi de la asignatura: Journal.

Es un ejercicio simple y tedioso para el resto de las compañeras, que prefieren sacarle punta a sus colores de Hello Kitty, acomodar su estuche de Badtz Maru setecientas veces al día, y hablar de los niños del colegio católico varonil de la esquina de la calle mientras, clandestinamente, mastican chicle en el baño.

Pero no para ella. Esta ñoña de dientes falsos y 9.6 de promedio se emociona de llenar páginas en su cuaderno italiano con portada de Peanuts. Le gustaría que los temas fueran libres, pero se atiene a las indicaciones de Miss Susan como la buena niña aburrida que es.

“Please write down the date, and the following title: ‘When I’m 21, I will…’ Now, complete the sentence with at least three life projects. You have 15 minutes.”

Ella saca sus plumas de gel de diferentes colores, marca viñetas en forma de estrellas, y escribe una lista de hoja y media, alternando las plumas por gamas de colores. Subraya con tinta verde cinco frases de su lista, las que ella considera las más importantes.

I will study literature at Harvard (sí, escribió eso)
I will be popular and have many friends
I will have a good-looking boyfriend
I will be a journalist and publish a book
I will live in France (supongo que la niña no estaba enterada de que Harvard NO está en el continente europeo)

Esa niña de lentes redondos se encuentra una mañana, doce años después, con ojeras del tamaño de una pelota de tenis y los ojos hinchados. Al parecer sí es posible llorar por horas, claro está, con intervalos de descanso.

Ya tiene sus propios dientes de porcelana, y las dietas y unos cuantos encontronazos con el excusado en su adolescencia la han dejado con un peso más o menos socialmente aceptado. No es precisamente el alma de la fiesta, pero la gente no la considera aburrida. No, no estudia en Harvard, tampoco literatura. No ha publicado ni siquiera un aviso de ocasión, Francia es sólo un llaverito de souvenir en su corcho, y fue descartada de un puesto por ser todavía una estudiante de una carrera que ya no le convence (al parecer, no existe eso de ser reportera de medio tiempo). Good-looking boyfriend? Let’s not go there.

Ella está a dos patadas de llegar al cuarto de siglo, y se da cuenta de que su yo de once años le escupiría en la cara ahora mismo. Desempleada, sin análisis semiótico de Cervantes, ni Café au lait en Montmatre, ni firma de libros, ni Ivy League, ni foto estelar en revista de sociales, ni viajes de corresponsal, ni modelo de ropa interior de Fruit Of The Loom.

Ella se seca las lágrimas e intenta reírse. ¿Qué pitos va a saber una mocosa de once años de la vida veinteañera? ¿Qué pitos va a saber de reacomodar estándares, de tolerancia a la frustración, de crisis existenciales y de haber invertido siete meses en un proyecto que fue directo a la basura antes de ser empezado? ¿Qué va a saber ella de días como este, en los que una no se quiere ni levantar de la cama, y por primera vez en meses no sabe por qué diablos está luchando ahora?

¿Qué va a saber ella del nudo en el estómago, en la garganta y en el alma, por no haber pensado en la remotísima posibilidad de que las cosas no salieran como ella planeaba?

Esa puberta debió haberse dejado de pendejadas y haber escrito en su fucking journal ese plan B, y Miss Susan, la english bitch esa, no debió haberle parecido tierno que su alumna hubiera escrito esas barbaridades tan ilusas. Debió haberle enseñado en ese mismo instante la cruda realidad, haberle puesto su primer 7 en su vida, y llevarla con la psicóloga del colegio… auxilio, la mocosa ni sabe de geografía ni de bajar estándares.

Ella sigue llorando todo el día, pensando en qué pitos sigue, cuando ya se veía con un gafete con su nombre, lista para recorrer las calles de Tapatilandia, que aprendió a vestirse como adultito, y hasta había comprado un paquete de libretas Moleskine al mero estilo Hemingway.

Ella se pregunta cuál es ahora ese plan B. Y cómo va a recuperar el dinero que invirtió en esos pinches tacones.

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