domingo, 11 de julio de 2010

Patria, esquina con Vallarta

Mira que venir a ponernos al corriente de nuestras vidas en un bar de esos de setecientas cervezas internacionales. Me agarra en curva.

Era un bar al que ya había ido, pero parece que fue en otra vida. Estaba en el piso de abajo, tenía más mesas, más choppers jugando billar, y otro tipo de música explotando las bocinas.

Sí, juro que los choppers vomitarían la música que ponen ahora. ¿Las Simpson? ¿Paris Hilton? ¿En serio se atreven a poner ese disco en este lugar?

-Sí, ha cambiado la música, antes era muy buena –dijo mi acompañante–. ¡Uff, una vez nos tocó toda una noche de puro Dream Theater!

Oh, Jesús del Huerto de las Pitayas. Doy gracias por la Paris, entonces.

Y el quórum. Pff, era mágico. Unos tipos con cachuchas de Ed Hardy con pedrería se sentaron en la mesa de al lado, a unos metros de una parejita de oficinistas. Una mujer voluptuosa tipo National Lampoon llenaba los tarros, mientras que el dueño, un amable Jabba The Hutt güero, nos saludó con cortesía y me pidió mi identificación.

Este cortecito de pelón de hospicio que traigo me quita como tres años, pues. Pero mira que pedírsela a mi acompañante, que tiene más pelo en la cara que un peluche… no hay seriedad.

El realismo mágico de la nueva presentación del bar venía con mesero incluido. El susodicho, ataviado de frac y moñito (han leído bien. MOÑITO), nos informó que la carta “no estaba disponible” en esos momentos, porque habían hecho cambios en los precios, “pero les comento que contamos con más de seiscientas cervezas de más de diez países del mundo”.

No, mijo, pos empiécemelas a dictar.

No contaba con la astucia del mesero. Ha de haber sido el moño.

-Mejor dígame usted qué tipo de cerveza le gusta. ¿Steinbier, Stout, Trapista…?

… ¿EH?

Debo aclarar en este punto que soy vergonzosamente ignorante en cuanto a cervezas extranjeras se refiere. Una vez pregunté si Heidi Montag era una cerveza. Sí, tampoco he visto E! Entertainment últimamente.

Mi acompañante se vio más conocedor que yo. Mucho. O muy bluffero. Él y Mr. Moño entablaron una conversación que a mí me sonaba en chino mandarín. Que si la doble fermentación, que si los chingomil tipos de Ale, que si la base de cebada…

Lo admito, tuve un momento de debilidad. Consideré la posibilidad de pedir una León. Pero la descarté cuando mi acompañante pidió una cerveza rusa. Menudo papelón iba yo a hacer con Mr. Moño y con él. “¿A esto te saco del sur de Zapopan, morra ordinaria?”

Sí, debo de aclarar también que no todos los días se me da eso de la humildad.

Piensa, Adris, piensa. La última vez que había venido a este lugar, mi acompañante había pedido por mí, ¿qué había sido? Pff, fue hace lustros… repasé en mi mente anuncios en Youtube de cervezas extranjeras, pero el nerviosismo bloqueó mi memoria visual. ¿Heineken? Suena más exótico que Corona… Ew, no, Adris, no saques el penacho ahora, no con esta audiencia de pseudo narquillos con gorras pussys.

No había tiempo, Mr. Moño comenzaba a sonreír con condescendencia, mi acompañante estaba a punto de intervenir y pedirme sabrá dios qué, no, Adris, piensa, piensa, ¿qué me dijo mi papá que hiciera en estos casos?...

MTV al rescate. David Lachapelle apareció en la pantalla. Asociación de ideas a velocidad pingüino:

Lachapelle --> Arte y publicidad --> Publicidad = Dos Equis Lager --> ¡ LAGER! (efecto de tintineo de letras)… pero, espera, muy amplio… hmmm… Dos Equis Ámbar = ¡AMBAR! --> Bingo. Too easy.

-¿Qué cervezas ámbar tienes?

Mi sonrisa Colgate brilló más que el neón de la barra. Adris 1-0 Mr. Moño. Igual y había dicho una aberración para los ñoños de la cebada. Igual y me había evidenciado como una morta más que va y pide su XX Ámbar a trece pesos en el Hotel del Parque, con la pantallota proyectando videos de Ritmo Son Latino. Y qué. Adris nunca debe de quedarse sin decir algo. Adris nunca debe de pedir ayuda, porque pedir ayuda es decir que uno no sabe. Y Adris siempre sabe.

Mr. Moño se fue a penales conmigo (excuse ud. la referencia futbolera. Sobreexposición al Mundial, yu nou). Me colocó seis cervezas en la jeta. Ora sí, zapopana, éntrale.

Elegí la de la orilla, después de la mini tregua de Mr. Moño, en la que me explicó quién sabe qué cosa de la textura y los sedimentos y bla, bla, bla. Era irlandesa, al menos recordaba películas en las que los fakin’ irish lads desayunaban con su chela en un pub.

Mr. Moño llegó con los vasos (ahí aprendí que, dependiendo del tipo de cerveza, es el tipo de vaso), un tarrote stalinesco para mi acompañante, y un vasito curveado para mí, con el pilón de un caballito, en el que Mr. Moño vertió los sedimentos de la cerveza, “para que lo deguste”.

Lo degusté, y sabía a relleno de dona. Toda la cerveza sabía a relleno de dona. Digo, no estaba mala, pero no era de mi completo agrado. Pagué como ochenta pesos por un relleno de dona en un tarro prófugo del Tate.

Ah, pero Adris no quiso pedir ayuda. Adris no tuvo la humildad de decirle a Mr. Moño: “¿sabe qué? La neta, la neta, la neta, no sé nada de esto, pero acostumbro a tomar tal tipo de cerveza de tal marca… recomiéndeme algo así”. No, Adris no quiso evidenciar que no lo sabe todo, no quiso admitir que no todo es una competencia.

Tal vez Mr. Moño habría tenido toda la disposición de guiarla a un nuevo conocimiento, y Adris hubiera tenido una fascinante experiencia en el maravilloso bar de choppers con música de nenas. ¡Alcemos nuestros tarros (si la ajustada chamarra de cuero lo permite, claro) y entonemos juntos! "Even though the guys are crazy, even though the stars are blind!" ¡Venga ese headbanging!


MORALEJA: la siguiente vez, yo elijo el lugar. ¡Ja! A ver si tan salsa. Ándale, distíngueme un cabernet de un pinot noir. ¡Tengo el librote ese de El Vino, y un fakin’ diploma de la ECI, lad!

1 comentario:

  1. woooew, divertidísima tu narración jaja.
    ya ves, hubiéras dejado que Mr. Moño se encargara de lo suyo, recomendar cervezas. Aunque a mi me hubiera pasado lo mismo, pero quizá me hubiera venido a la mente la bandera alemana, su oktober fest y su afamada cerveza.

    ResponderEliminar