lunes, 26 de abril de 2010

... y me acordé de tí.

Cortázar, palabras más, palabras menos, dijo que el llanto termina en el momento que llegan los mocos y uno se suena. Que sólo los niños se aferran a su manga húmeda, y que la duración máxima es de tres minutos.

Monsieur Florencio, estaba usted muy equivocado. Sus aires de savoir faire le soplaron puras pinches mentiras.

Usted, al parecer, no se atragantó con su propia mucosidad, acabó con el arsenal de Kleenex de la casa y lo usó de tapete, para luego seguir goteando por los ojos y la nariz sin protección alguna.

Usted, veo al fin, fue muy pulcro y no dejó las evidencias en su manga, en el colchón o en la punta izquierda del pliegue de su almohada, so pena de traer sentimentalismos mojados a la vista del mundo y de su mucama.

Usted, ahora entiendo, nunca supo la agonía de llorar media hora y nomás no ver el fin.

Usted hoy no me consuela ni madres. Hoy no es mi cronopio, ni mi autopista romántica a París, ni mi rehabilitación de la recaída. Hoy usted es un frívolo en una copia de editorial barata, sermoneando a los que lloramos, hacemos caras y dejamos huella.

Hoy lo cambio a usted por el primer pendejete que venga y me diga que el tiempo que estoy perdiendo en inundar mi colcha es digno de mejores versos.

2 comentarios:

  1. yo creo que vale la pena inundar todo aquello que sea posible

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  2. claro qe es mentira....ahora mismo...10:27 cumplo 20 mins de un llanto constante

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