miércoles, 3 de febrero de 2010

Loading II (o En lo que Saco Algo Bueno Hay que Llenar Esta Madre)

(DISCLAIMER: el presente es un trabajucho pa' taller de escritura. Lo cual peca, al igual que todos mis trabajos escolares, de parchaduras de otros textos que he metido por aquí. Disculpe usté.)
La inspiración es un mal necesario. Es una vieja metiche que quiere exprimirte tus adentros y escarbar en las esquinas de tu mente que se te olvida que existen. Es la innombrable... nomás la invocas y la espantas. Es bipolar, voluble y le encanta hacerse la depresiva para los que se sienten poetas por tener el corazón roto y una pluma a la mano. Es compinche del insomnio, pariente del enamoramiento y el hambre, y detesta que la equiparen con la melancolía; su banda sonora son los violincitos trágicos y odiosos que escuchas en tus oídos cuando quieres hacerte el melodramático y desnudar tu alma y esas otras tonterías que a nadie más le importan.

La inspiración es imprudente. Como los estornudos escandalosos o el síndrome premenstrual. Te llega en los lugares y momentos menos adecuados: te saca del baño a que corras por una servilleta y una pluma, te desconcentra y te convierte en un desidioso y un inestable, te hace rodar por la cama a horas obscenas de la noche, demandando tu absoluta atención. Es posesiva y celosa, como una madre desocupada. Son voces dentro de las voces que, según Sergio Pitol, te obligan a levantarte de la cama, buscar una hoja y escribir tres o cuatro líneas. Tres o cuatro pinches líneas que son suficientes para quitarte el sueño. ¿Será mucho pedir que las voces nos visiten a horas adecuadas? Siempre será un amigo incómodo. Llegará cuando uno no la invite y se irá cuando más se necesite.

La inspiración es la relación perfectamente destructiva que buscan los que se creen artistas –esos que van por la vida buscando miserias porque no saben vivir de otra forma– y, como toda relación, exige atención y cuidado, sí, sí… como la metáfora estúpida de la plantita, el riego y esas mamadas. Deshecha a los novatos y los sentimentalistas llorones; ella sabe que el hecho de que te llegue no significa que sepas qué hacer con ella. Exige que la manejes como se debe, se apropia de tus quince segundos de genialidad, no tiene tu tiempo y no va a esperarte.

La inspiración, en el fondo, es una ofrecida. Selecta… pero ofrecida. Sí, sí es una paradoja posible, soy mujer, sé de esas cosas. Ella se deja con el que sepa usarla mejor. Se hace la difícil, pero le encanta la atención. Al final de cuentas, ella sabe la realidad de su condición: ella no existe sin ti, tus demonios y tu hoja en blanco.
--------------------------------------
UPDATE: leí esta madre en mi clase. Mi maestro frunció el ceño y se tomó muy a pecho mi choro de los artistas llorones, sentimentalistas, maricas y demás sarcasmos que esta su servilleta se adjudica a sí misma. Al parecer, mi voz interna tiene acento más chistosón, porque en voz alta me entra el pánico escénico y arruino más mis escritos. ¡Quiero cojones!

2 comentarios:

  1. Inspiración. Harpía caprichosa. Llega como la dama más hermosa de todas y te muestra mundos que nadie conoce, donde el viento canta, donde la magia es cotidiana y los sabores te transportan más allá de lo que existe. y es perfectay maravillosa... hasta que se expresa. Entonces la maldita, como buena vieja celosa, te hace quedar como idiota ante los ojos de todos, cambia su vestido por uno de figuras extrañas y no queda otra clasificación para ti: raro, loco, sentimental, en el por de los casos, ¿gay? Muy ofrecida y muy puta, pero a las mujeres no les gustan los principes azules, y a la inspiración no le gusta la competencia, más bien le gusta tenerte para ti solo, para que no tengas distracciones de cama y puedas pasarte todo el día pensando sólo en ella.

    Enfin, no sé qué le ves de malo, a mí se me hizo un gran texto.


    Carlos Atl

    ResponderEliminar
  2. gracias, mi ego herido te lo agradece :) :). Nop, es cierto, no nos gustan los principes azules en el fondo... nos da por el que nos haga sufrir...

    ResponderEliminar