sábado, 5 de diciembre de 2009

El corazón de la ciudad es el mío

La ciudad me envuelve como tamal amarrado a las carreras; sin forma, sin método, pero con amor del bueno. Me da espacio entre sus esquinitas para acurrucarme, para apapacharme y dejarme que me vacíe de todo. Me permite compartirle de mi carga y dejarle el bulto junto a una de las tantas alcantarillas botadas.

La ciudad me mira, divertida con mis tropezones. ¿A dónde vas tan vestida y alborotada? ¿Por qué insistes en pisar todas las hojas amarillas del pavimento? ¿Por qué vas sola? ¿Por qué aquí, por qué allá, cuándo vas a encontrar tu sitio? A ver si ya dejas de perderte, a ver si repasas otra vez la Guía Roji y cambias de ruta, que estoy harta de verte con la cara lánguida y postrada en la misma silla. ¿Qué tanto le miras al camellón? ¿Qué tanto le suspiras?

La ciudad me escucha. Hablo bajito, no vaya a ser que la gente crea que estoy todavía más loca. La ciudad se hace la sorda, pero sé que me oye clarito cuando le reclamo, le comparto y le pregunto. No necesito que me responda. Bastante chiflada estoy conversando con la urbe como para que, encima, me conteste ella a mí.

Hoy la ciudad me recibe con las calles abiertas. La hija pródiga regresa al cuchitril del que salió, al nido de las ideas desordenadas, como los panfletos malhechos pegados en los postes de electricidad. Dónde andabas, me dice, que ya no me hacías caso. Vente, vente para acá, te hago un campito.

Prendan los arbotantes que ahí les voy; limpien las fachadas jodidas y las banquetas cuarteadas, trépenle al volumen de esa canción pitera de la pick-up de al lado, saquen sus puestos de garnachas afuera de las iglesias, pónganme un Oxxo en el camino, preparen los patrulleros de vialidad sus libretas de infracción, despejen López Mateos y espérenme en La Selva con una taza calientita, que ahí les voy. Minerva de aguas verdosas, ahí te voy. Calles con nombres de muertos célebres, ahí les voy. Bares pseudo-alternos con cerveza barata, cafesuchos, puestuchos, topes tamaño familiar, claxons enloquecidos, borrachos al volante, faroles gastados, tacos parados, papas al horno, música de iPods ajenos, cadenas, puertas abiertas, bicicletas, botas y bufandas, viene-vienes, cortesías, mezcales, bacachos y whiskeys, vasos rojos, popotes, cascos vacíos rodando en el coche, colillas, baños del Burger King y Sanborns, Tapatilandia de mis desamores… ahí te voy.

1 comentario:

  1. Felicidades Adriana, con un estilo tan particular, tan descriptivo. No sé porqué tiendo a imaginar todo lo que escribes interpretado por tu voz como una canción ( de esas que sólo tú ). Un saludo de Álvaro.

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