lunes, 20 de diciembre de 2010

Jingle fucking bells

Se me ocurre que esta Navidad será un poco menos triste. Que no será tan necesario huir a la terraza a llenar mis pulmones de tabaco adulterado cada media hora, ni ocultar el fondo del vaso con dosis cuantiosas de whisky. Que pondré mi mejor cara de estúpida y sonreiré hasta que las comisuras de los labios se me entuman… por el uso o por el frío, da igual.

Se me ocurre que el calendario se volverá la extensión de mi mano derecha y tu mixtape, los mejores audífonos a prueba de villancicos. Que deambularé por las calles y cada vez que maldiga a una señora al volante o me cuadre ante la pickup de un buchón mientras lo insulto con los vidrios arriba, lo haré en tu honor.

Me encerraré en la seguridad de mi cubículo sin teléfono y sin bote de basura, subiré el volumen a la canción de Lovin’ Cup y me enteraré de primera mano de la nota roja de Tapatilandia y sus descuartizados; moriré de antojo al intentar describir en escasos 400 caracteres con espacio las delicias y bondades de unos tacos de barbacoa acompañados de consomé y chiles güeros asados…

Me empinaré dos tes de fresa al día y un Nescafé Capuchino de sobresito, masticaré chicle y saldré a fumar más de lo necesario al estacionamiento. Evitaré toparme con la máquina de refrescos y papitas. Miraré con odio lujurioso la canasta de buñuelos, madrearé las piñatas con sentimiento y regresaré a mi casa a soñar con caracteres, Minervas verdes y playeras de rayas.

Se me ocurre que esta Navidad será igual de triste. Tal como lo fue la pasada, y como lo será la siguiente. Porque así es siempre, y hay que sacar la mejor coraza para sobrevivirla: mi mejor amigo Juan Caminante, y el alivio de que, una vez que se acabe, faltarán 365 días para que vuelva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario