lunes, 26 de octubre de 2009

'¿Qué tienes en el menú que no sepa a café?'

Para la wera

Mira cómo lloramos por nada. Mira cómo nos deshacemos en pedacitos por una estúpida mirada. Cómo hacemos tangos de sus palabras huecas, cómo sacamos interpretaciones freudianas de sus comportamientos involuntarios. Cómo recogemos migajas y seguimos esperando. Rascándole a la nada.

Míranos. Si seremos cursis. Venos tragando mocos frente a un bote de palomitas y una película barata de final feliz. Míranos arreglando el chongo en el espejo, limpiándonos el rímel corrido y diciéndonos con la seguridad del derrotado: Ya. No. Y míranos recayendo, volviendo a la pantalla del celular, a la foto manoseada, al recuerdo torcido… míranos mirándonos con lástima. Tenemos quince años otra vez. Mordemos la trenza y bajamos la mirada, con el corazón arrugado de tanto sufrir.

“¿Qué, soy una puberta estúpida?”
“¡Tengo una vida, tengo una piche agenda llena y miles de cosas qué hacer como pa’ estar así!”
“¿Qué hago? ¿Le digo? ¿No le digo?”
“¿Tienes leche light? Ni madres… ¡Joven, échele más chocolate!”

Y venos aquí, con media cajetilla en el cenicero y las tazas vacías, discutiendo las tragedias con soluciones tan cardiacas y tan difíciles. Al menos sabemos reírnos de nosotras; entre burla y anécdota se nos resbala la tristeza por la mesa, ah, pero cómo nos reímos. ¿Qué nos queda? Saber que esto también se sumará a la lista de fracasos chuscos y telenovelezcos que contaremos en otro café. Tener la seguridad de que los nombres, los lugares y las ridiculeces serán adjudicadas a otro inútil que no nos mira ni de reojo…

Pero estas sillas… qué te cuento. En estas sillas seguiremos nosotras: nos rolaremos la servilleta para limpiarnos las lágrimas, atosigaremos a los meseros con opciones del menú que no tengan cafeína, aspiraremos nicotina y pediremos consejos que no vamos a seguir. Juntitas, igual de perdidas y taradas. Pero juntas.

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